ANALISIS MULTIVARIABLE E INTERDISCIPLINARIO EN DIRECCIÓN Y GESTION EMPRESARIAL

Martes, 10 de Septiembre de 2013

Colaboración del Profesor Naim Juan Ganum

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA MATANZA
ESCUELA DE POSGRADO. DOCTORADO EN CIENCIAS ECONOMICAS (ORIENTACIÓN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS)
“ANALISIS MULTIVARIABLE E INTERDISCIPLINARIO EN DIRECCIÓN Y GESTION EMPRESARIAL”

PROFESOR TITULAR: Dr. JUAN CARLOS GOMEZ FULAO. (UBA)

DOCTORANDO: Mg. NAIM JUAN GANUM

AÑO ACADEMICO: 2012

UNA SOCIEDAD DEL RIESGO

“El encanto de la historia y de sus enigmáticas lecciones consiste en el hecho de que nada cambia a lo largo de los siglos y, sin embargo, todo es completamente distinto”

Aldour Huxley

INTRODUCCIÓN

A partir de la lectura de la bibliografía obligatoria de este Seminario y los conceptos y debates de las clases presenciales presentaré un análisis no cuantitativo sobre aspectos referidos a la reciente crisis financiera.

Comenzaré con las palabras de Dany Dufour, quien plantea que: “el advenimiento de la posmodernidad no deja de vincularse con el advenimiento de lo que hoy se conoce con el nombre de neoliberalismo.”[1]Las dos últimas décadas del siglo veinte fueron una época marcada por el neoliberalismo que se tradujo en un fundamentalismo de mercado. Somos parte – por haber nacido y crecido – de una construcción que conocemos como el mercado de libre consumo, ya que nos encontramos en nuestra contemporaneidad, ante el protagonismo de la mercancía en la vida de los consumidores, la cual llega a sustituir como interés o preocupación central todo otro asunto de orden cultural. La adquisición obsesiva de productos manufacturados, que mantengan activa y creciente la fabricación de mercancías, produce el fenómeno de la “cosificación” del ciudadano, entregado al consumo sistemático de objetos, las más de la veces inútiles o superfluos que la publicidad y la moda le van imponiendo, vaciando su vida interior de intereses espirituales, sociales y humanos, mientras lo aísla y destruye su conciencia de los otros, de su clase y de sí mismo. La importancia de incursionar en un aspecto llamado de la psico-finanzas sobre la crisis es que a mi juicio, la implosión que ocurrió en las finanzas en el año 2007 atrás tuvo su comienzo con la erosión del plano simbólico del sujeto hasta reducirlo simplemente a un estado de consumidor. Luego de esto, lo que comenzó como una crisis financiera se propagó a la economía real, y causó así una gran cantidad de daños colaterales.

 

 

EL POSMODERNISMO Y LA CONSTRUCCION NEOLIBERAL

Se impone ahora, el libre mercado: construcción en la cual no hay una referencia a la naturaleza del Otro, en el sentido del Otro simbólico. “Sin este Otro, no tenemos acceso a la función simbólica y por lo tanto no logramos construir una temporalidad ni una espacialidad posibles. Así, la posmodernidad es un régimen sin Otros.”[2] Al decir de Dufour, el inconsciente está asociado a las figuras del Otro que se fueron sucediendo a lo largo de la historia. De esta manera postularé que el inconsciente del consumidor global –  en tanto consumidor sin fin de la mercancía – es el mercado. El inconsciente como relación con el Otro es necesariamente el mercado en la medida en que éste es quien ordena el área social donde se produce y realiza el consumidor posmoderno. En este seminario me referiré al sujeto del posmodernismo como consumidor global ya que considero que el mercado ha disminuido el lazo social necesario para el advenimiento del sujeto; por lo que reservaré este último término para referirme al sujeto del modernismo. Ahora somos todos consumidores, ya que tenemos derechos y obligaciones sobre lo que consumimos.

Sin Otro simbólico, lo que acontece es un devenir de la imagen entronizada por y para lo que reclama y quiere el neoliberalismo. Esto es la supremacía de la mercancía y su consumo, al tiempo que produce un debilitamiento de la función simbólica en los intercambios humanos. “El triunfo del neoliberalismo comporta una alteración de lo simbólico.”[3] Así  el valor de los intercambios está centrado en las relaciones que pueden establecer en su condición de mercancías, sin la importancia de lo trascendental, ni del orden moral. “En la actualidad, el intercambio comercial tiende a desimbolizar el mundo.”[4]

El consumidor global generado por el posmodernismo, en su precarización simbólica, es súbdito de sí mismo y adopta para sí una definición autorreferencial. La única manera de alcanzar la democratización económica del consumidor global es empobreciéndolo simbólicamente, volviéndolo cada día más superficial, al tiempo que emerge como concepto central la mercancía, el consumo ilimitado. Se impone pues, el enriquecimiento del registro de la imagen de lo que consume, como definidor de lo que es. Esta “retirada de la palabra” produce ahora una situación donde aquella está cada más vez subordinada a la imagen. El consumidor global se ha transformado en consumidor de esa propuesta.

Surge entonces analizar la cuestión sobre cuál es la importancia de esta supremacía para el consumidor posmoderno. Una diferencia esencial entre este ultimo y la cultura del sujeto moderno es que lo producido por éstos pretendían trascender el tiempo presente, durar, seguir vivos en las generaciones futuras, en tanto que los productos de los posmodernos son fabricados para ser consumidos al instante y desaparecer. El posmodernismo comporta una satisfacción inmediata de lo producido, una obra de producción sin ánimo de vencer el avance del tiempo: “es una época de lucha entre tiempos”.[5] Solo es relevante el presente para el consumidor posmoderno a quien no le interesa un congelamiento, una solidificación de su producción – que trascienda el tiempo y por lo tanto su tiempo de vida – sino que se adapta a las diferentes fluctuaciones que la imagen de la mercancía propone, a una imagen líquida en un constante fluir. Sólo somos libres de querer lo que la imagen de la mercancía nos ofrece sin cesar. “El saber popular pensaba que la necesidad es la madre de la imaginación, y que cuando hay voluntad, hay camino (en ese estricto orden), mas en la actualidad, ese orden se ha invertido: la imaginación es la madre de las necesidades, y cuando se descubre un nuevo camino, la voluntad no tarda en aparecer.”[6]

LO QUE EL PSICOANALISIS PUEDE APORTARLE A LAS FINANZAS…

Se hace necesario de ese modo, plantear la cuestión sobre: ¿Quién y cómo se posibilita el devenir de las sucesivas crisis financieras que sacuden cada tanto el mercado?

En la economía neoliberal, el trabajo ya no es aquello sobre lo que reposa, en esencia, la producción de valor. El capital apuesta a pleno a la gestión de las finanzas en movimientos especulativos de gran amplitud. Desde mediados de la década del setenta hemos visto el pasaje paulatino, pero creciente, de una economía industrial hacia una economía de servicios.  De esta manera, ha nacido un fenómeno en el que parte de la economía real decrece a medida que aumenta la financiarización de la economía. Auge de financiación del consumo, que permite acceder a la economía real, desarrollada por medio de la instrumentación de nuevos mecanismos de la ingeniería financiera y de gestión del capitalismo, en detrimento del registro de lo simbólico, reducido a la firma de contratos carente de fundamentals o en el que los fundamentals carecen de valor de respaldo alguno. La carencia de los fundamentos como síntesis del consumidor global posmoderno ejemplifica lo que analizamos y concluimos respecto al consumidor global, en el sentido que este es carente de relato, de valor. Sólo importa el precio; el precio de la mercancía, al tiempo que se diluye la importancia del valor. “Lo que no tiene fundamento no puede pretender legitimidad y la demostración está en que el dinero dejó de tener fundamento: ya no “representa” nada, desde que la economía especulativa, aquella por la cual el dinero “engendra dinero” como decía Marx, se le fue de las manos a la economía real.”[7]

La arquitectura financiera es un universo de ficciones: si analizamos algunos conceptos de administración financiera como leverage buy out (LBO: compra apalancada de empresas); la creación de las empresas punto com; las stock options en lugar del efectivo para remunerar a sus directivos, los short selling (vender lo que aún no se tiene) que tuvieron su origen o bien su apogeo desde la década del ochenta, vemos la aparición de una tendencia hacia una economía asociada a la creación de mucho dinero con prácticamente nada, vendiendo muy caro lo que aún no existe, o existe como idea de negocio, con la promesa de que el activo del cual se desprende generará un gran retorno.

¿Cómo se ha permitido que inversores puedan comprar una empresa contrayendo deuda contra los mismos activos que están por ser adquiridos, sin desembolsar previamente por ellos? ¿Cómo los consumidores estadounidenses, ingleses, españoles y tantos otros, con ínfimas condiciones de calificación crediticia, pudieron comprar inmuebles garantizándolos con hipotecas sobre esos bienes, a pesar de no poseer solidez patrimonial?

Más allá de que el activo exista o no, es posible trazar una analogía entre el inicio del uso de estos neologismos financieros – luego aceptados por la comunidad de negocios – y el paso de la modernidad a la posmodernidad, como también, con el paso de la histeria a la histerología. “En efecto, en un relato la histerología remite a la circunstancia o al detalle que debería estar después, pero que se ha situado adelante.”[8] La figura describe, así, la inversión del orden natural de las ideas y de los hechos y manifiesta el desorden de espíritu de quien habla. Sostengo que en la era del neoliberalismo, la administración financiera utiliza – para llegar al mercado, y por ende, al consumidor global – la inversión de la anterioridad y la posterioridad: relatos histeriológicos, de los cuales se sirve para ofrecer algo que no existe – LBO; creación de empresas punto com con el lanzamiento de oferta pública inicial; pago a altos directivos mediante stock options; short selling; etc. – para autorizar a realizar una acción. La consecución de esta acción, desde la perspectiva de las finanzas, es generadora de precio, a través del dinero pagado por el consumidor con el fin de “adueñarse” de un porcentaje de la compañía ofrecida, en el caso de las punto com, en la bolsa. El consumidor compra las acciones porque espera enriquecerse con la suba futura de su cotización y vender cuando esto suceda. Dos derivaciones de esto son: por un lado, que el deseo de trascender del consumidor global, no es a través del valor de la cultura como ocurría con el sujeto del modernismo, sino a través del precio. Si consideramos el dinero pagado por la compra de estas acciones, y por consiguiente el precio, como el “significante sin significación” llegamos a que el consumidor posmoderno compra una ilusión, una imagen futura de ganancias que espera generará el mundo de las finanzas, sin garantía de certeza. El precio tiene una gran importancia actual: si analizamos el valor de capitalización de las empresas de la “nueva economía” observamos que siempre ha superado con creces su valor real. Pero el valor real difiere del valor de capitalización bursátil, como se observa luego de que una empresa hace su presentación en la bolsa. La otra hipótesis que se desprende sobre por qué el consumidor da lugar a esa compra está asociada a lo que Lacán señala como el sujeto supuesto saber: saber el por qué y el cómo. Los que juegan este papel, en el mercado, son el concierto de las autoridades, los emprendedores y líderes de empresas, los líderes políticos y algunos líderes intelectuales remanentes. De allí a veces, se desprende una voz, Alan Greenspan, por ejemplo, en su época. Lo que hace que los consumidores posmodernos compren la acción – ficción financiera – que se ofrece es su confianza en el sujeto supuesto saber del emprendedor, a quien se le ocurrió la idea de negocio, Facebook, por ejemplo. Los “fundadores de la nueva economía”, Mark Zuckerberg con Facebook; Stebe Jobs con Apple; mucho antes Bill Gates con Microsoft van a trascender su tiempo no por el valor cultural que generaron, sino por el precio que lograron obtener por las acciones de sus compañías cuando debutaron en la Bolsa.

Si este sujeto supuesto saber económico – financiero se hunde, hay crisis, debacle de los fundamentos, lo que arrastra efectos de pánico financiero, llamadas a cubrir el margen (margin call), corridas para retirar depósitos, etc. Ahora bien, el sujeto supuesto saber económico – financiero estaba muy deteriorado, porque habían desregulado a todo vapor. Y lo hicieron porque los financistas creyeron con su delirio de infatuación poder prescindir de la función de sujeto supuesto saber.

LA DESREGULACION LATE EN CHICAGO

Un análisis económico – empresarial de la historia nos permite vislumbrar que fue el presidente estadounidense Ford quien inició este proceso gradual que encaminó a las empresas y por consiguiente a la sociedad hacia lo que llamamos y conocemos como globalización. Aquel se comprometió ante el empresariado de Estados Unidos a “retirar las cadenas de las empresas”.[9]

“Mientras que las sociedades modernas se constituyeron históricamente en la tensión entre principios de emancipación y principios de regulación”[10]; desde la presidencia de Ford se postulaba la desregulación del Gobierno como política pública, que se desarrolló durante este período y posteriormente en los años de Reagan. Anteriormente a esto las empresas norteamericanas se encontraban desarrollando sus actividades como si estuviesen encorsetadas. Se sostenía que el papel del Estado había sido demasiado importante y agresivo – como lo describimos anteriormente – y que el mercado debía volver a gozar de su anterior importancia y autoridad. Al reaccionar contra las numerosas restricciones comerciales de la era mercantilista en la cual vivía, Smith dejó en el mundo de habla inglesa la impresión duradera de que el Estado es la amenaza natural para la vida económica. La base económica de la desregulación procedía ante todo de Milton Friedman y de los profesores de la Escuela de Chicago. Estos sostenían la teoría de que los mercados y los precios, y no los planificadores centrales eran los mejores asignadores de los recursos de una sociedad, además de postular que el gobierno debía intervenir lo menos posible. La globalización de los mercados financieros fue un proyecto del fundamentalismo de mercado que tuvo “mucho éxito” pero que posteriormente causó gravísimos daños en las finanzas mundiales. Si el capital se desplaza libremente, se hace difícil para el Estado gravarlo o regularlo porque puede moverse a cualquier otro sitio. Esto da al capital financiero una posición privilegiada, ya que los gobiernos a menudo tienen que atender las necesidades del capital internacional más que a las de su propia gente.

Los mercados saben lo que es mejor y nunca fallan: ésa era la creencia popular en Washington, en Londres y en otros territorios anglosajones. Alan Greenspan, el defensor más notorio de la idea de dejar que el sistema financiero se autorregule, afirmaba en 1997, respecto a la innovación financiera: “deberíamos ser bastante cautos a la hora de promulgar leyes o crear reglamentos que pongan limitaciones innecesarias al desarrollo del mercado.”[11] Gran parte de los excesos de los mercados financieros se deben al fallo de los reguladores a la hora de ejercer un control adecuado. Greenspan defendía incluso el aumento de los préstamos de alto riesgo: “los prestamistas son ahora capaces de juzgar con bastante eficiencia el riesgo asociado a los solicitantes particulares y de evaluar correctamente ese riesgo.”[12] La idea de que la gestión del riesgo puede dejarse a los participantes es una aberración. “Los fundamentalistas de mercado reclaman que las regulaciones sean abolidas debido a su falibilidad. Eso es lo contrario de lo que pedían los comunistas: que los mercados fueran abolidos debido a su falibilidad.”[13] El hecho de que los reguladores sean falibles no prueba que los mercados sean perfectos. De un lado, abusarse con las regulaciones puede paralizar severamente la actividad económica; sin embargo, los reguladores necesitan conocer más las innovaciones recientes, y no deben permitir prácticas que no entiendan del todo. Los cambios en el ambiente regulador sitúan cada crisis en un contexto histórico único.

Otro aspecto importante a considerar es el referido a las nuevas estructuras de incentivos y remuneraciones que canalizaban la avaricia hacia nuevas direcciones. Durante las dos décadas anteriores a la crisis, a los banqueros e intermediarios financieros se les había compensado cada vez más con bonificaciones ligadas a los beneficios a corto plazo, los cual los incentivaba a asumir riesgos excesivos, a apalancar inversiones y a apostarlo todo en “estrategias de inversión temerarias”. El sistema de bonificaciones se había convertido en el tipo dominante de remuneración en el sector financiero. En teoría, los accionistas de las empresas deberían haber puesto fin a esas prácticas. Pero el gobierno corporativo falló mucho antes de que lo hiciera todo el sistema financiero, ya que los conflictos de interés abundaban en las juntas directivas responsables de velar por el negocio. Así, surgieron divergencias entre el interés de los accionistas y los intereses de los banqueros, intermediarios financieros y gerentes que ejercían de agentes de esos accionistas.

A continuación presento una definición interesante sobre crisis, no procedente de la ciencia económica pero muy ilustrativa y contributiva de lo acontecido: “Hay crisis, en el sentido psicoanalítico, cuando el discurso, las palabras, las cifras, los ritos, la rutina, todo el aparato simbólico, se demuestra súbitamente impotente para temperar un real que hace a su antojo. Una crisis es lo real desencadenado, imposible de dominar. El equivalente en la civilización de esos huracanes por medio de los cuales, periódicamente la naturaleza viene a recordarle a la especie humana su precariedad, su profunda debilidad.”[14] Así tenemos ilustrativamente tres tiempos:

Primer tiempo: los activos inmobiliarios se vuelven deshechos.

Segundo tiempo: la podredumbre invade todo.

Tercer tiempo: gigantesca transferencia negativa a las autoridades; el electroshock del plan Paulson fracasa.

El consumidor global desconoce el principio de anterioridad y eso se hizo evidente en la última crisis financiera. La innovación financiera cambió la situación. Hacia la década del setenta la Government National Mortgage Association (Ginnie Mae) estableció los primeros valores con respaldo hipotecario. Es decir, agrupaba hipotecas que había creado y, a continuación, emitía bonos basados en ese grupo. Por lo tanto, en vez de esperar treinta años para recuperar los fondos de una hipoteca (algo muy común en Estados Unidos), Ginnie Mae podía recibir un pago único por adelantado de mano de los compradores del bono. A su vez, los inversores que adquirían esos nuevos bonos recibirían una determinada parte de los ingresos procedentes de los miles de propietarios que iban pagando sus hipotecas. Ese sistema se bautizó como titulización, los activos ilíquidos como las hipotecas podían ahora agruparse y transformarse en activos líquidos con los que se podía negociar en el mercado abierto. Esos nuevos instrumentos tenían un nombre: valores con respaldo hipotecario. Los bancos de inversión solían dirigir la creación de grupos de valores con respaldo hipotecario. Con quienquiera que hubiera originado la agrupación de hipotecas, el banco de inversiones ayudaría a establecer un “vehículo de inversión estructurada”, (VIE). Seguidamente, el VIE emitiría bonos, o valores con respaldo hipotecario, y se los vendería a los inversores. En teoría, mediante ese sistema todo el mundo obtenía lo que quería. El propietario conseguía un préstamo, y el intermediario y el tasador hipotecario se ganaban una comisión. El prestamista hipotecario obtenía un diminuto beneficio sin tener que esperar treinta años. El banco de inversiones ganaba una comisión por su ayuda, incluso aunque descargara el riesgo de la hipoteca en otro. Y los inversores que compraban los valores esperaban ansiosos recibir un flujo continuo de ingresos a medida que los propietarios devolvían sus préstamos. Los consumidores demandaban invertir en productos estructurados – la referencia, lo derivado de la raíz – mientras que no tenían en cuenta la raíz (la anterioridad que había generado dichas titulizaciones) en que estos productos se basaban o de qué estaban hechos esos productos. Oferta y demanda histero – lógica nuevamente. El esquema funcionaba de la siguiente manera: gracias a que las innovaciones financieras consideraban irrelevante que los prestatarios tuviesen que evaluar el riesgo: en vez de conceder préstamos y mantenerlos en los libros, los bancos y otras instituciones financieras otorgaron préstamos hacia Wall Street, donde se convirtieron en valores cada vez más complejos e impenetrables que se vendieron por todo el mundo a inversores crédulos incapaces de evaluar el riesgo intrínseco de los préstamos originales. Así, la titulización reportó a los bancos y otras compañías de Wall Street una considerable cantidad de beneficios derivado del traspaso del riesgo a inversores inconscientes del peligro.

LA HETERONOMIA NECESARIA DE ALGUNOS PARTICIPANTES DEL MUNDO DE LAS FINANZAS

Las agencias de calificación crediticia (Standard & Poor´s, Moody´s, Fitch) podían y deberían haber evitado que esto ocurriera. Sin embargo, éstas también ganaron grandes sumas de dinero con la titulización y se mostraron unánimes y encantadas de ayudar a convertir préstamos tóxicos en valores “chapados en oro” que generaron beneficios sin riesgo. Las agencias de calificación eran a la vez, juez y parte. Y lo hacían porque las entidades emisoras les pagaban por obtener una calificación crediticia de excelencia para las emisiones de valores dudosos que ofrecían a los inversores. Por supuesto, que lejos de criticar esa íntima relación Greenspan y otros defensores de la innovación financiera le dieron su bendición. Cabe ahora efectuar un análisis sobre por qué, más allá de lo que monetariamente obtenían, las agencias torcieron su voluntad a favor de los emisores, si el negocio de aquellas era solamente calificar las emisiones. Postulo que lo que ha acontecido es que la voluntad no estuvo determinada por la razón de los calificadores, sino por lo ajeno a ella. No son las personas que calificaban las emisiones quienes tomaron esas decisiones, sino que las decisiones estuvieron intervenidas: lo que Kant llamaba heteronomía. Cuando la voluntad viene determinada por la inclinación (palabra con la que Kant se refiere al conjunto de apetitos sensibles venido de lo ajeno), en vez de la razón, la voluntad es heterónoma. En la actualidad es más bien común creer que se es libre si se es capaz de realizar todos y cada uno de los apetitos que se tengan, por lo que se considera a la ley moral como un estorbo para la libertad absoluta, entendida como capacidad para hacer lo que plazca. Sin embargo, Kant consideró que cuando existe el propósito de seguir las reclamaciones de los deseos o apetitos, la conducta no es libre, pues su realización solo es posible plegándose a las exigencias que impone el mundo y, por lo tanto, a algo exterior a la propia voluntad. Esto explica lo que les ocurrió a las agencias calificadoras de crédito. De no haberse plegado a la demanda de los innovadores financieros corrían el riesgo de perder su negocio. Cuando explotó la crisis de las hipotecas subprime fueron muy cuestionadas por el daño moral de su accionar.

Conclusiones

Lo que la crisis financiera está poniendo en evidencia es la ausencia de razón de los fundamentos de mercado y de las convenciones en que se basa parte de su dinámica. Como lo recuerda la etimología, existen afinidades entre la palabra crisis y la palabra crítica. La crisis llama al juicio, al juicio de la razón, a la crítica de la razón: pero es como una enfermedad que puede conducir a la muerte o a la cura del mundo de las finanzas.

¿Qué valor tiene todavía el sujeto crítico kantiano – recusado en la actualidad de presidir la formación de todo consumidor posmoderno – cuando todo se trata únicamente de vender, comprar y financiar mercancías? Para Kant, no todo tiene su equivalente en moneda: “todo tiene o bien un precio, o bien una dignidad; lo que tiene un precio puede reemplazarse por su equivalente; en cambio lo que no tiene precio y por consiguiente su equivalente, es lo que posee una dignidad”[15] Lo que no puede sustituirse porque no tiene precio, ni equivalente hace referencia a la autonomía de la voluntad, que se opone a todo lo que tiene precio.

Es necesaria, a mi juicio, una gran revolución moral para restituir al consumidor global su subjetividad y autonomía: la reconstrucción de un sujeto social autónomo. La crisis puede funcionar como una oportunidad para despertar al consumidor global “dormido” y sometido al oleaje intempestivo del sistema que financia su consumo desmedido de mercancías. Sólo podrán ser autónomos los consumidores que se percaten de que antes estuvieron sometidos al mercado y por lo tanto tuvieron que luchar para liberarse.

La sociedad del riesgo es mi idea de que corremos el riesgo de desintegrarnos como sociedad ante el avance del mercado y de la financiarización del mercado que ha precarizado simbólicamente ya, al sujeto autónomo.

La velocidad a la que el capital y el dinero se mueven dentro y fuera de los mercados y las economías específicas ha incrementado la volatilidad de los precios y la virulencia de las crisis financieras. En el neoliberalismo, las finanzas se han globalizado, pero las regulaciones continúan siendo un asunto nacional. Los gobiernos tienen que generar las adecuadas regulaciones para los diversos participantes del mundo de las finanzas e impedir que estallen nuevas crisis financieras. Para eso hace falta pasar de una desinstitucionalización, que produce una desimbolización del consumidor global, de una cuasi-ausencia total del Estado en la era del capitalismo neoliberal, hacia una generación de nuevas instituciones, donde sean relevantes los principios trascendentes que dotan al consumidor de referencias culturales y morales

Por último, comparto un final que está llamado a transformarse en un nuevo paradigma del futuro de la finanzas: “La crisis durará hasta tanto se haya reconstituido un sujeto supuesto saber económico – financiero. Esto ocurrirá en su momento con un nuevo Bretton Woods, un concilio encargado de decir lo verdadero sobre lo verdadero.”[16] No un Bretton Woods, en el sentido de fijar todas las monedas a una sola, como referencia hegemónica mundial, sino un “concilio” donde la multipolaridad de los distintos y nuevos actores globales converja hacia medidas macro – prudenciales para una nueva era de las finanzas. Una gestión de las finanzas donde sus principales administradores tomen decisiones centradas en valores morales que posibiliten que emerja un sujeto social autónomo.

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

 

Bauman, Zygmunt. La sociedad sitiada. Fondo de Cultura Económica. 2002

Dufour, Dany Robert. El arte de reducir cabezas. Sobre la nueva servidumbre del hombre liberado en la era del capitalismo total. Paidós. 2009

Gomez Fulao, Juan Carlos. Tiempos de la Economía, épocas de inequidad. Ediciones Cooperativas. 2005

Gomez Fulao, Juan Carlos. Las dos miradas de la crisis: aceptación o resistencia. Editorial Biblos. 2011

Greenspan, Alan. La era de las turbulencias. Ediciones B. 2008

Llosa Vargas, Mario. La civilización del espectáculo. Alfaguara. 2012

Kant, Immanuel. Fundamentos de metafísica. Espasa Calpe. 1985

Miller, Jaques-Alain. Marianne, hebdomadaire. La crisis financiera: cartas a la opinión ilustrada. 2008

Roubini, Nouriel y Mihm, Stephen. Cómo salimos de ésta. Ediciones Destino. 2011

Soros, George. El nuevo paradigma de los mercados financieros. Taurus. 2008

[1] Dany – Robert Dufour. El arte de reducir cabezas. Sobre la nueva servidumbre del hombre liberado en la era del capitalismo total. Paidós. 2009

[2] Dufour, Dany – Robert. Op. Cit.

[3]Op. Cit

[4]Op. Cit.

[5] Gomez Fulao, Juan Carlos. Tiempos de la Economía, épocas de inequidad. Ediciones Cooperativas. 2005

[6] Bauman, Z. La sociedad sitiada. La infelicidad de los placeres inciertos.

[7] Dufour, Dany – Robert. Op. Cit.

[8] Dufour, Dany – Robert. Op. Cit.

[9] Greenspan, Alan. La era de las turbulencias. Ediciones B. 2008

[10] Gomez Fulao, Juan Carlos. Op. Cit.

[11] Roubini, Nouriel y Mihm, Stephen. Cómo salimos de ésta. Ediciones Destino. 2011

[12] Roubini, Nouriel. Op. Cit.

[13] Soros, George. El nuevo paradigma de los mercados financieros. Taurus. 2008

[14] Miller, Jaques-Alain. Marianne, hebdomadaire. La crisis financiera: cartas a la opinión ilustrada. 2008

[15] Kant, Immanuel. Fundamentos de la metafísica.

[16] Miller, Jacques – Alain. Op. Cit.

Actualizado (Martes, 10 de Septiembre de 2013 14:31)