Historia de la Licenciatura en Administración

Entrevista a los licenciados Enrique Valdecantos* y Héctor Caldelari**»

– Tengo entendido que a fines de los 50 o a comienzos de los 60, durante el decanato del profesor Bliss, comienza la enseñanza de Administración de Empresas en nuestra Facultad. Licenciado Valdecantos, ¿qué nos puede decir al respecto?

– (Lic. Valdecantos, en lo sucesivo, E. V.) A fines de la década del 50 se tomó contacto con la Universidad de Chile a través del profesor Bliss y lo primero que se hizo fue un adiestramiento de gente que iba a trabajar en el área de Administración de la UNT, el que estuvo a cargo del profesor Rivas Herrera de la Universidad de Chile. Ese fue el inicio e inmediatamente, a comienzos del 60, se crea la Licenciatura en Administración y por impulso del profesor Bliss comienza a viajar gente a la Universidad de Chile.

– ¿Quiénes son los primeros en viajar?

– (E. V.) El profesor Juan Carlos D’Pinto, que ya falleció; el contador Gunter Hening, Moisés Litchmajer y Manuel Lizondo.

– ¿Al regresar se integraron al plantel docente de la licenciatura?

– (E. V.) Solamente retornaron en aquella oportunidad Lizondo y Litchmajer, porque D’Pinto se quedó trabajando en la Universidad de Chile y Gunter Hening no volvió nunca. Al poco tiempo Lizondo se postuló y fue aceptado para hacer un Master en la Universidad de Michigan.

– ¿Hubo otra camada de gente que fue a formarse al exterior?

– (E. V.) Si. Fueron y volvieron en forma discontinua. Lizondo volvió nuevamente y estuvo como Director del Instituto, que ya se había creado para toda el área de Administración, y después comenzó a viajar más gente. A Chile fue el profesor Joaquín Fanjul y también fui yo. El programa era muy intenso, cuatro semestres full time. A continuación fue José Cortina, después fue Manuel Martín y José Ignacio Legorburu, ya por los años 67 Y 68. Por la misma época hubo gente que como Juan Luis Colaiocovo fue a Michigan. A comienzos de los 70 hubo otros que también fueron a perfeccionarse en EE.UU. Son los casos de Benjamín Viejobueno y Cortina, que fue a Michigan. Luego esta práctica de irse a formar al exterior se detuvo. Pero con los que habían regresado se fue constituyendo un equipo docente.

– ¿Puede decirse que a fines de los 60 ese equipo estaba consolidado?

– (E. V.) Yo diría que estaba consolidándose. Hubo gente que fue y volvió a trabajar en la Facultad, como Viejobueno; Martín estuvo afuera y también volvió. Estaba afirmándose un equipo, aunque se notaba cierta resistencia académica a que esa consolidación se diera en el marco de la vinculación con Chile, por lo menos es lo que se percibía. Quizás se pretendía otra orientación.

– ¿Tenía que ver eso con la situación política chilena?

– (E. V.) No. Creo que tenía que ver la orientación académica que tuvo más fuerza en el área de economía. No obstante, como dije, también fue gente a EE.UU., como los casos de Cortina y Viejobueno, y más adelante a España, Como Julio M. Soria.

– ¿Qué etapas podría esbozarse entonces en el desarrollo de la Licenciatura?

– (E. V.) Los comienzos fueron con Lirondo como Director, pero al poco tiempo hace un contrato con IDEA y luego se va a Michigan y ya no regresa, porque entra a trabajar en la OEA. Por ese motivo yo tuve que quedarme a cargo del Instituto. Tuve que ocuparme de las gestiones por las contrataciones, las dedicaciones, los viajes de la gente, etc.

– ¿En qué año sucedió eso?

– (E. V.) Yo regresé en el 67. Fue a fines de los 60 y comienzos de los 70, años de alta carga política, muy tensos, la época del «tucumanazo», etc., es decir dentro de un clima que no era ideal para el desarrollo de las tareas académicas. Y el período que se inicia en el 73, aunque fue un período constitucional, tuvo características igualmente violentas, o tal vez más violentas que antes.

– ¿Cómo incidió el devenir político en la actividad del Instituto?

– (E. V.) Bastante negativamente, porque hubo docentes que se tuvieron que ir, como fue el caso de Raúl Jorrat, un egresado de la Facultad que estuvo a cargo de Sociología y que fue quien posibilitó la incorporación del Licenciado Caldelari al Instituto.

– ¿Jorrat había hecho algún posgrado en el exterior?

– (Héctor Caldelari, en lo sucesivo H. C.) Había estado trabajando en Córdoba un tiempo; después hizo un Master en Michigan, con énfasis en Sociología de la Organización; volvió y estuvo aquí unos dos años para regresar a Michigan a hacer el doctorado. Volvió cuando lo terminó, en el 72 O el 73.

– ¿Así que Jorrat es el artífice de la «importación» de Caldelari?

– (E. V.) Efectivamente. Él es el responsable de que hoy tengamos que aguantarlo.

– Estábamos en el 76.

– (E. V.) SI. Hubo varios docentes que fueron obligados a irse a raíz del golpe del 24 de marzo. Fue el caso de Raúl Jorrat, de Héctor Calde1ari, de Joaquín Fanjul, de José I. Legorburu, aunque me parece que en algunos casos no fueron razones estrictamente políticas. Lo que sí ocurrió después del golpe militar es que se prohibió que se dictaran materias como Sociología, que tuvimos que reemplazar con una materia que se llamó Teoría de la Organización, en la que se daban aspectos humanos, macros.

– ¿Se presentaron problemas para cubrir los cargos que quedaron vacantes a raíz del golpe?

– (E: V.) SI. Se los cubrió como se pudo. Se dio también una situación un poco desagradable con respecto a la carrera, pues la Licenciatura estuvo en trance de ser eliminada. Creo que estaba de rector un interventor, el Dr. Verdaguer González. Ninguno de nosotros podía comprender lo que pasaba, pero gracias a Dios fuimos a verlo y pudimos parar la cosa, aunque vivimos una semana bastante incómoda, de muchos nervios.

– ¿La vuelta a la democracia, la normalización institucional del 83 84, se reflejo igualmente en la carrera?

– (E. V.) Puede decirse que hubo un proceso que comienza en esa época, pero no creo que pueda explicarse por la vuelta a la democracia, sino por las inquietudes, por las iniciativas de los docentes, por la necesidad de que se generen nuevas figuras en el plantel docente y por el crecimiento de la matricula.

– De acuerdo. Pero la vuelta a la democracia implica un clima de libertades que debe haber facilitado eso.

– (E. V.) Obviamente que sí. Pero opino que no fue el factor más importante. Lo esencial fue que había gente que había estado preparándose, que incluso había viajado a perfeccionarse al exterior. El primer caso que se me ocurre es el de Julio Soria, que fue por dos años al IESE, a España, a hacer un programa muy interesante de Master en Administración de Empresas. Soria volvió y está trabajando en la Facultad. Otros también fueron a España por su cuenta, como Ibáñez y Suárez, muy buenos egresados que encontraron allí mejores oportunidades y no volvieron. Sin duda que también fue importante el retorno de Caldelari, de Fanjul y de Legorburu. Creo que también es importante mencionar el aporte de otros profesores, los que si bien no tuvieron la oportunidad de perfeccionarse en el exterior, se esforzaron por mejorar su formación académica en el país, como el profesor Miguel Pero, que egresó del Programa de Master de IDEA, y los profesores Eduardo Juárez y Hugo Chaya, que hicieron la Licenciatura en Administración en la Facultad.

– (H. C.) Pienso que entonces hay un hecho institucional muy relevante. Con la reforma del plan de estudios del 83 la Licenciatura en Administración surge como carrera de grado, porque antes tenía un estatus medio indefinido entre el grado y el posgrado que recién se aclara en ese momento.

– (E. V.) En rigor, en su origen la carrera de Administración era una carrera de grado, aunque para completar la licenciatura era necesario acreditar todas las materias de la carrera de contador más ocho materias específicas de nuestra área. Es decir, siendo una carrera de grado, tenía a la carrera de contador como una carrera intermedia. Pero la gente la veía como una especie de posgrado, porque se recibían de contadores y después tomaban las materias para completar la Licenciatura. Como dice Héctor, por una resolución del año 83 que establecía que las licenciaturas no debían ser de postgrado, se reformaron los planes de estudio y la Licenciatura en Administración adquirió mayor singularidad como carrera de grado.

– ¿Algo más podría agregarse para dar por finalizada esta charla?

– (E. V.) Sí. Creo que a partir de los años 85 u 86 se percibe el aumento de la matrícula en la Licenciatura en Administración, porque lo típico era que los licenciados en administración, hasta mitad de los 80 tal vez, eran todos contadores. Aunque la carrera se había organizado de manera diferenciada, en términos reales la costumbre no habla variado. La gente hacía la carrera de CPN y era cuestión de hacer diez materias más para obtener la licenciatura. Pero a partir de esa época la gente se inscribirá directamente en la licenciatura y hoy debemos tener una matrícula de unos 600 alumnos, un número significativo teniendo en cuenta que la Licenciatura en Economía debe tener unos ciento y pico. Diría que con motivo de la era que estamos viviendo empezó a haber mucha demanda de profesionales formados específicamente en Administración. Los egresados de los últimos cuatro años han conseguido muy buenas ubicaciones, especialmente en las empresas privatizadas. No son contadores, estudiaron específicamente la Licenciatura. Me aventuro a decir que el nivel de los licenciados que egresaron en estos últimos años no tiene nada que envidiarles en conocimientos a los graduados en cualquiera de las carreras de Magíster en Administración que hay, hoy en día, en el país. Su formación en todas las áreas funcionales (en Finanzas, Producción y Comercialización) es muy buena y eso se demuestra por la muy buena actuación que están teniendo en las empresas que los han contratado.

* Contador Público Nacional y Licenciado en Administración (UNT, 1964); Master en Administración (Universidad de Chile, 1966) Profesor Titular de Finanzas de Empresas.

** Licenciado en Sociología (UBA, 1968) Profesor Asociado en Sociología.

Separata de la publicación «50 años de la Facultad de Ciencias Económicas: 1947- 1997» compilada por el Profesor Daniel Campi