CE&I – Capitalismo, Empresa e Individuo. LA ASISTENCIA SOCIAL

CE&I – Capitalismo, Empresa e Individuo.

LA ASISTENCIA SOCIAL

Extraído y resumido del texto: LA ADMINISTRACIÓN EN UNA ÉPOCA DE GRANDES CAMBIOS. Peter Drucker. DeBolsillo, Buenos Aires 2012.

Traducido por María Isabel Merino, del texto original: Managing in a Time of Great Change – P.Drucker 1995.

Cap. 25: La Democracia puede ganar la paz?

Miguel A. Pero – Marzo de 2016.

 En este capítulo Peter Drucker analiza la sostenibilidad de la forma democrática de gobierno. Concluye que para que la democracia como forma de gobierno pueda garantizar la cohesión social, el bienestar de la población se deben cumplir dos condiciones, en lo económico, una economía de libre mercado, en el marco de instituciones fuertes, sólidas y estables y en lo social, una sociedad civil también fuerte que con iniciativa enfrente la resolución de los problemas y males sociales que los gobiernos no resuelven ni con eficiencia ni con efectividad.

  1. Drucker hace un análisis muy extenso, aunque no con evidencia empírica suficiente, sobre el fracaso del Estado Asistencial Keynesiano, que según Drucker ha sido la forma preeminente elegida por los gobiernos de los países desarrollados desde la 2da. Guerra Mundial hasta el momento en que escribe el presente texto (1995). Según Drucker, el Estado Asistencial Keynesiano, se apoya en dos grupos de pilares, el primero económico con supuestos fundamentales respecto a:

– El Consumo como motor del crecimiento, formación e inversión de capital.

– La preeminencia del Consumo sobre el ahorro. En esta conceptualización, el exceso de ahorro es peligroso.

– El déficit del gobierno como factor de estímulo de la economía.

Según Drucker, ninguno de estos supuestos han determinado ni el crecimiento, ni el progreso, ni la solvencia de los países que los adoptaron como guía de sus políticas económicas, por el contrario han llevado a los países a endeudarse en extremo.

El otro grupo de pilares en que se apoya el Estado Asistencial Keynesiano son de tipo social y se refieren a supuestos como:

  • El Gobierno puede y debe redistribuir el ingreso a fin de una mayor igualdad.
  • La necesidad de la asistencia social, con la afirmación explícita que los pobres sólo necesitan dinero para salir de su situación de pobreza. Esta forma de asistencia, se concreta vía subsidios de desempleo, asignaciones por familia e hijos, asignaciones por incapacidad entre otros.

También para Drucker ni la redistribución por el gobierno, ni la asistencia o ayuda tanto interior como internacional (ayudas para el desarrollo) han tenido resultados positivos desde el punto de vista de eliminar, atenuar la pobreza, ni tampoco contribuir a la cohesión, estabilidad y armonía social.

En este documento se resumirá el pensamiento de P. Drucker respecto a la asistencia social. Se incluirán los principales conceptos sin detalles e ilustraciones sobre situaciones concretas.

“Convertir la pobreza en degradación:

“…Los axiomas sociales del Estado asistencial keynesiano no se han conservado mejor que sus axiomas económicos. La asistencia social no ha acabado con la pobreza. En lugar de ello, la ha convertido en degradación y dependencia. Y lo ha hecho tanto en la sociedad nacional como en la internacional, es decir, tanto a través de la “asistencia” interior como de la “ayuda exterior”.

En términos de ingresos, a los beneficiarios de la ayuda asistencial (U.S.A) les va bastante bien. Si incluimos beneficios no en efectivo (por ejemplo, cupones para comida o asignaciones para vivienda), los ingresos de la mayoría están por encima del “mínimo vital”. Sin embargo viven en medio de una sordidez y degradación tan malas como las de los peores barrios bajos del pasado, si no peores. Esto se cumple tanto para la población negra como para los blancos receptores de la asistencia social, estos últimos integrantes de una clase media capaz hasta que se convirtieron en beneficiarios de la asistencia social.

Los británicos con subsidios de desempleo de larga duración y ayudas asistenciales están, financieramente hablando, incluso mejor que sus homólogos de Estados Unidos. Sus ingresos antes de impuestos son iguales a los de la familia obrera media con empleo, pero al estar exentos de impuestos sus ingresos netos son de hecho bastante superiores. Esta subclase asistencial británica es casi totalmente blanca.

En Alemania, la asistencia social, en un abrir y cerrar de ojos, convierte a un número cada mayor de personas en lo que los alemanes llaman “inválidos de la asistencia”, con toda la patología de desintegración y anomia sociales: un creciente número de familias encabezadas por madres solteras, fuerte aumento del alcoholismo y los jóvenes “cabezas rapadas” y neo-nazis que, en busca de “emociones”, incendian los edificios donde viven turcos y otros trabajadores.

Lo mismo sucede en Italia en que, pensiones por invalidez y subsidios de desempleo han fomentado el fraude, la corrupción, que destina fondos a personas capaces, muchas aún con empleo.

Las pruebas, pues, están claras como el agua. Primero, la moderna asistencia social destruye: no crea capacidad, crea dependencia, no alivia la pobreza pese a que proporciona ingresos de clase media o cercanos a la clase media, y destruye sin importar quién sea el beneficiario: adolescentes negras en Estados Unidos, jóvenes obreros blancos en el Reino Unido, hombres adultos con una buena formación en Alemania, hombres de clase media principalmente asalariados en Italia. La única cosa que estas personas corruptas y corrompidas tienen en común es que se les recompensa financieramente por permanecer en la asistencia social y se les penaliza financieramente por salirse de ella.

El fracaso de la ayuda exterior

Internacionalmente, el fracaso de la asistencia social ha sido igualmente grande. La ayuda para el desarrollo fue, con certeza, una de las invenciones políticas más importantes de este siglo (s.XX). A excepción del Plan Marshall que superó toda expectativa, en los restantes casos, el desarrollo se produjo principalmente en zonas que recibieron poca o ninguna ayuda-en especial en los países del sudeste de Asia. De hecho, hay una correlación perfectamente negativa entre la recepción de ayuda para el desarrollo y el desarrollo mismo. De hecho, cuánta más ayuda reciben menos se desarrollan (casos, India, Egipto, África Tropical).

Lo que se necesita es cambiar la orientación de la asistencia para llevarla hacia la creación de independencia, capacidad y responsabilidad.

La necesidad de ayuda –por lo menos de ayuda temporal-seguramente crecerá. Los países desarrollados y no desarrollados por igual están experimentando importantes transformaciones en su economía y su sociedad; se producirán, por tanto, enormes dislocaciones en las cuales personas responsables, capaces y bien establecidas se encontrarán desarraigadas. Una sociedad y una economía en transición son un ambiente peligroso. Se necesita lo que se suponía que era la asistencia social: una “red de seguridad”. Lo único que hay que impedir es que la red se convierta en una “poltrona”, en un lugar de descanso permanente.

Tanto en lo interior, como en lo internacional, los pobres necesitan ayuda, pero una ayuda que ayude, que ayude a crear personas capaces, sanas y dignas en lugar de la ayuda del Estado asistencial que crea personas dependientes, indigentes, incapaces y que se desprecian a sí mismas.

Estimular la preparación de los pobres y promover su capacidad para desarrollarse por sí mismos es de interés de los propios ricos, es decir para las democracias. Porque su estabilidad y cohesión social se ve cada más amenazada por la anomia, la degradación, la desesperanza de los pobres incapacitados y dependientes.

La anomia, la degradación, la criminalidad, la corrupción causada entre los pobres incapacitados por el fracaso de la asistencia social-tanto nacional como internacionalmente-amenaza por igual a las ciudades, los barrios residenciales, las escuelas y las calles de los sanos, capaces y ricos; amenaza con infectar a sus hijos, sobre todo. Sin duda, el contagio que se extiende desde la subclase asistencial tiene mucha culpa del embastecimiento y proletarización de la vida de la clase media, de su cultura y de sus valores. La anomia, la degradación, la criminalidad del “Tercer Mundo” no desarrollado ni en vías de desarrollo, amenaza igualmente la seguridad, la paz, la prosperidad de los países ricos, aunque sólo sea por la creciente presión inmigratoria de personas incapaces y desesperadas que huyen al mundo desarrollado.

En otras palabras, la asistencia social puede funcionar, pero sólo si su axioma cambia de “Lo único que los pobres necesitan es dinero” a “Lo único que los pobres necesitan es capacitación”. Por supuesto, hay necesidad de dinero, pero por sí solo el dinero incentiva la incapacidad y la irresponsabilidad. La asistencia social actual se centra en las necesidades; no obstante, sólo existirá una auténtica “asistencia social” si lo importante son los resultados.

Lo que debe ser la asistencia social

Lo que los menos capaces y los que sufren necesitan en primer lugar no es dinero, tanto si es menos como si es más dinero, sino lo que hace por ejemplo que el Ejército de Salvación funcione: disciplina, compromiso, trabajo duro, dignidad y mucha atención individual. Y esos intangibles son servicios que la burocracia gubernamental por buenas intenciones que tenga no puede brindar. La puesta en práctica de los programas asistenciales debería cederse mediante contrato a organizaciones comunitarias no gubernamentales tanto como fuera posible.

Los recursos que el Estado asigna a programas denominados de asistencia social (subsidios de desempleo en Alemania, pensiones a la incapacidad en Italia), dirigidos a personas capaces, cuya principal incapacidad es su dependencia de la asistencia, son un derroche presupuestario, no obstante, en todos los países se insiste en conceptualizar e instrumentar la asistencia social vía entrega de dinero. Por otra parte, la asistencia social no sólo malgasta dinero, sería el menor pecado, malgasta vidas. Si la asistencia social, dirigida a los que verdaderamente la necesitan, obtuviera resultados, sería barata incluso costando el doble que ahora. Y la razón para la asistencia social no debería ser como afirmaba el Estado asistencial, que los menos afortunados y capaces merecen un apoyo financiero. La razón debe ser que merecen que se les ayude a volver a ser capaces, dignos y autónomos, y esos son los resultados a los que debe encaminarse la asistencia social y por lo cual debe pagar el Estado.

Elaborar políticas que de verdad promuevan la asistencia interior en lugar de crear dependencia e indigencia será el reto social más importante para las democracias en las próximas décadas, y una prueba crucial para saber si esas sociedades funcionan.

Peter Drucker – 1995