Recientemente La Red Nacional de Investigadores en Economía (RedNIE) publicó el trabajo «Looking inside the ballot box: gender gaps in Argentine presidential elections» de los profesores José J. Bercoff y Osvaldo Meloni.
La Red Nacional de Investigadores en Economía (RedNIE) es una organización sin fines de lucro cuyo objetivo es promover la diseminación y desarrollo de la investigación en economía en Argentina, contribuyendo, de ese modo, a fortalecer su calidad académica.
El documento de trabajo RedNIE N° 183 analiza el voto femenino en la historia y como el derecho al voto de las mujeres en la primera mitad del siglo XX cambió para siempre las contiendas políticas en el hemisferio occidental. La irrupción del electorado femenino, que representaba aproximadamente la mitad de la población votante, obligó a los políticos a cambiar su oferta electoral para satisfacer sus demanda, enfocando sus plataformas y políticas públicas en temas que o bien ocupaban previamente los últimos lugares en la agenda electoral o estaban ausentes en ella.
Lo estudios iniciales identificaron la existencia de una brecha de género en las decisiones, encontrando diferencias notables en el comportamiento del voto de mujeres y hombres, tanto en lo que hace a sus predilecciones políticas como en la conducta temporal de las mujeres, que tienden a cambian sus preferencias de voto con más frecuencia que los hombres. La explicación de la brecha de género abrió un debate, con algunos autores sugiriendo que los hombres emiten su voto siguiendo un conjunto de preferencias de interés propio, o lo que se conoce como comportamiento egocéntrico, mientras que las cuestiones sociales juegan un papel más importante en las elecciones electorales de las mujeres, conducta conocida como comportamiento sociotrópico. Los argumentos que se han dado para racionalizar estas diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres es que existen diferencias en los valores, así como disparidades en las autopercepciones, siendo más probable que los hombres se perciban a sí mismos y a otros varones como autónomos e independientes y las mujeres se consideren más interrelacionadas con las personas y las cosas. Aparece entonces la noción de brecha de género, que comienza a ser estudiada en la literatura.
Una fragilidad de la evidencia empírica sobre la llamada brecha de género es que se basa exclusivamente en datos de encuestas recopilados antes o después de las elecciones, cuya calidad no está asegurada. Por un lado, los encuestados pueden dar respuestas socialmente deseables en lugar de mostrar su verdadera preferencia. Por otro lado, los tamaños de muestra no suelen ser lo suficientemente grandes como para estimar de manera confiable la incidencia de encuestados falsos que no pertenecen al distrito que se pregunta en la encuesta o que simplemente no votan. La dependencia del investigador de las encuestas es atribuible a la falta de votaciones reales.
Este trabajo analiza los determinantes de la brecha electoral de género utilizando un conjunto de datos únicos de mesas de votación segregadas por género en Argentina, entre 1983 y 2007, algo muy inusual, ya que rara vez se asignan en los países mesas de sufragio diferenciadas por género. La hipótesis de los autores es que la brecha de género no está impulsada por las diferencias en los valores o las autopercepciones de hombres y mujeres, como se postula convencionalmente en la literatura, sino por los incentivos del mercado laboral.
Utilizando un modelo de datos de panel para explicar la brecha de género entre hombres y mujeres, los autores encuentran que la brecha de género en la votación se reduce a medida mujeres van adquiriendo un rol creciente como cabeza de familia (ver Tabla 3 debajo). Es decir, en la medida que las mujeres van alcanzando un estatus laboral similar al de los hombres, lo que suele estar altamente correlacionado con el ingreso relativo de género, su evaluación del desempeño de los candidatos en el gobierno tiende a ser similar a la de los hombres. En ese sentido, no son las diferencias intrínsecas entre hombres y mujeres lo que desencadena un comportamiento electoral desigual entre mujeres y hombres, sino los incentivos económicos desiguales que enfrentan.